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Peanuts, mi blog, un sitio donde publicaré cada capitulo de mi novela. Soy principiante en esto, pero espero que os guste, tengo mucho que contar...

viernes, 19 de agosto de 2011

Capítulo 32

Cuando me recompuse, me di cuenta de lo que me había dicho Michaela, Charles la había invitado al baile, a ella entre tantas.
-¿Y dónde está? – le pregunté apartando la vista definitivamente de Eric.
-Pues… -Dijo pensativa. – Debe estar por aquí.
-Pues búscalo, ¿no? Digo yo, porque querrás estar con él ya que te ha invitado y eso…
-Ya, por eso mismo. Anda que no te conozco. Me voy a buscarle. –Decía mientras se alejaba.
Era verdad, lo había hecho por eso, pero ni siquiera me había dado cuenta, a saber cuántas indirectas había lanzado sin querer. Pero cuando fui a por Eric, este ya no estaba, en su lugar había aparecido Alex, así que fui a hablar con él, que estaba solo.
-Hola, ¿qué haces aquí?
-Supongo que lo mismo que tú, ¿no? – Me contestó entre risas.
-Oye, por cierto…
-No sé dónde está Eric. –Contestó entes de poder preguntar.
-¿Cómo sabías…? Es decir, ¿por qué he de preguntarte eso? Porque te iba a decir otra cosa.
-Ya, claro que sí.
¿Es que hoy estaba más espesa de lo normal?
-Tú, tú hablabas raro, ¿verdad? Usabas palabras así muy adolescentes y muy… -Le expliqué.
-Ah, sí, pero es una apuesta con mi hermano, el tiempo que yo durase hablando bien, él estaría con… -Se paró de golpe.
De pronto, abrió los ojos y se llevó las manos a la cara. Me miró fijamente.
-Eh… no has escuchado nada, ¿vale? Olvídalo. Por favor, no le digas nada de esto o me mata. En realidad era una broma de él. Bueno, voy a por Rachel, ¡diviértete! –Se fue.
Incrédulo, ¿de verdad creía que lo iba a dejar pasar? No le diría nada, pero la curiosidad me mataba. ¿Era con Bryanna? No podía ser, eso era lo que yo deseaba, pero no él. A lo mejor es otra cosa… Quizás era, ¿juntarse conmigo? No, no podía ser, me lo habría dicho antes, ni siquiera tenía sentido.
-Vaya… -Escuché que alguien me susurraba por detrás.
Me di la vuelta, esta vez no me sorprendí por el susto, me sorprendí por quién me lo dio. Allí estaba Eric, más guapo que nunca, de lejos solo era un vago destello lo que me iluminaba, ahora, le veía a la perfección. Cada lunar, cada arruguita de su increíble sonrisa. Su nuevo corte de pelo le realzaba más que nunca, y no podía parar de mirarle, me había ocurrido otras veces, pero no tan fuerte como ahora, mis sentimientos hacia él aumentaban, cosa que era extraño. Siempre que me había gustado alguien, al paso del tiempo me dejaba de gustar, pero con él era imposible.
-¿Vaya? ¿No tenías otra cosa que decir? –Su mirada me hizo olvidar la conversación con Alex.
- Bueno. –Dijo entre risas. –No quería ser grosero…
-Vale, ya está, ya has dicho bastante. –Contesté mientras le apartaba hacia un lado la cara con suavidad.
-¿Y tú no me dices nada? Muy bonito, ¿eh?
-No tengo palabas. –Dije tímida.
Él me sonrió, había captado la indirecta. Nos miramos durante un momento, algo que se hacía común en los silencios. Apareció la tutora, Vanessa.
-A ver, vosotros. –Decía refiriéndose a un grupo de gente que estábamos por allí. –Venid conmigo, iremos a preparar el puesto de comida, ¡todos al aula 1!
Me sujetó la muñeca, y tiró de mí. Logré ponerme a su ritmo, pero no me soltó la mano.
Llegamos al aula, y tuvimos que poner los pupitres en orden juntándolas de cuatro en cuatro para imitar mesas para comer, teniendo en cuanta el espacio del que disponíamos, la cantidad de mesas que había que poner, y el hueco que había entre medio para poder pasar. Tras varios intentos las pusimos bien. Le echamos manteles por encima y colocamos las sillas. Luego trajimos neveras, bueno, en especial, yo no traje nada de peso, pero la mayoría sí. También trajeron varias planchas para hacer la comida. Quitamos los cristales de las ventanas, y los guardamos en un armario para que ventilase bien la estancia. Tras esto, salimos un rato a descansar, vimos como los demás colgaban adornos entre los faroles. Nos sentamos en un banco.
-¿Cansado? –Pregunté sin mirarle.
-No mucho, ¿qué tal tu rodilla?
-Bien, ya puedo andar, no era para tanto, pero es ese momento me dolía mucho.
-Lo siento, de verdad. –Dijo dándose la vuelta hacia mí. –En cuanto me di cuenta fui a ayudarte, pero te mareaste muy pronto y….
- ¿Pronto? Si estuve un rato, lo pasé fatal.
-No, esa sería tu impresión, pero, en realidad fue un segundo. –Me rectificó con seriedad.
-Ah, pues quizás.
-No debería haberme reído si quiera, me comporté como un estúpido.
-¿Otra vez? Por favor, déjalo ya. Estoy bien.
-Ya, bueno… ¿Quieres hacer algo?
-¿Qué podemos hacer? –Dije.
-No lo sé, podemos buscar a los demás.
-Sí, también es verdad. En realidad, quería preguntarte algo. –Se acabó, me decidí a preguntarle algo que llevaba días comiéndome por dentro.
-Claro, dime. –Dijo curioso.
-Eh… -No podía, me daba muchísima vergüenza, no lo podía echar todo a perder, tenía que cambiar rápido de tema. -¿Por qué no te gustan los perros?
Se quedó completamente desconcertado.
-Bueno, pues, mi niñera, claro está. Una vez me escapé del horno, y me dijo que, bueno, que me dejaría más tiempo, pero como me volvía a salir, me puso delante del horno perros enormes. –Me contó.
- ¿Qué raza eran?
-Eh, sí, en fin, creo que eran Pinchers. –Dijo avergonzado.
- ¿Y eso te daba miedo? –Pregunté con seriedad, con toda la seriedad que me era posible.
- Bueno, era pequeño, el tamaño era diferente… -Contestó avergonzado.
-Comprendo, para ti serían como Dobermans, ¿no?
-Claro, realmente, me ponía muchos perros diferentes, no sé cómo serían, pero no quiero saber nada de ninguno más. Pues ya que estamos, te pregunto yo algo.
Asentí.
-¿Por qué estuvisteis tan serios Ryan y tú al final de la tarde? –Me preguntó.
Se me olvidó contarle que lo habíamos dejado, pero ahora era la mejor oportunidad, así no hubiese sospechado nada…
-Bueno, es que lo hemos dejado. Pero seguimos siendo amigos y eso. No iba a funcionar. –Explique.
-Ah, bueno, si tengo que ir a partirle a alguien la cara, tú me avisas, ¿vale? – Dijo en broma.
-Tranquilo, a él no, es buen amigo. Pues… me toca, ¿no?
-Esto se pone interesante. –Comentó.
-Tú… ¿tú quieres a Bryanna? –Pregunté sin rodeos.
-Eh… Pues, un momento, ¿a qué viene esta pregunta?
-No lo sé, Eric, no lo sé…

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