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Peanuts, mi blog, un sitio donde publicaré cada capitulo de mi novela. Soy principiante en esto, pero espero que os guste, tengo mucho que contar...

domingo, 16 de octubre de 2011

Capítulo final

Aquí estoy otro día mas, hacía tiempo que no volvía a escribir, pero haré un resumen de todo lo que me ha pasado estos años…
‘’Eric y yo comenzamos a salir juntos, Bryanna ya no estaba en el instituto, y no lograron reemplazarla, por lo tanto, todas las horas de Música quedaron libres, y tuve tiempo para estar con Eric. Nuestra relación avanzaba muy rápido, estábamos hechos el uno para el otro. El último día de tercero, hicimos una fiesta en su casa, recuerdo perfectamente lo bien que me lo pasé, pusieron música, hablamos, bailamos… Fue perfecto. Por supuesto, todo eso estuvo bien, hasta… Al día siguiente, un sábado, habíamos quedado para vernos, él y yo, simplemente, a solas. En un principio estaba muy cariñoso conmigo, excepto cuando iba llegando la hora de irnos.
-Leila… -Me dijo.- Se acabó.
-¿Qué?
-Me tengo que ir, no sé si lo sabrás, pero no soy de aquí. Lo siento, no creí que esto llegara a tanto, no quería hacerte daño, ha sido culpa mía.
-No… ¿Es broma verdad? Dime que es una broma, por favor, dime que… -No pude continuar, la angustia y las lágrimas me invadían.
-Lo siento de verdad, no debería haber dejado seguir todo este juego. –Tenía la voz ronca.
-¿Juego? ¿Eso es lo que soy para ti? –Susurré casi muda.
-Sabes que no. Mira, esto puede que sea más difícil para mí que para ti, por favor, no lo compliques más.
Dicho esto, me besó en la frente, y se alejó. Quería correr tras él, pero no tenía fuerzas.
Fue el verano más triste que había tenido, Danny me había presentado a algunos chicos, pero nadie era como él, aunque, con el tiempo, conseguí mantener mis sentimientos más lejanos, y volver a fijarme en mi presente, en vez de en mi pasado.
Todas sabían que a Michaela le gustaba Charles, y todas querían ayudarla, hasta que Alexis, se ofreció para preguntarle quién le gustaba. Al poco tiempo dijo que tenía la respuesta, que al principio le dijo que no sentía nada por nadie, pero después le preguntó por ella, y le dijo que simplemente era su amiga. Vi cómo cambió, pero no podía hacer nada por ella, yo había sufrido mucho por alguien, y sabía cómo se sentía. Peor fue un dolor que no duró mucho, ya que al parecer todo fue mentira, Charles fue a hablar con Michaela, y entonces este se enteró de lo que había dicho Alexis, y se enfadó.
Resumiendo, todos fueron felices menos yo… Incluso Rachel, ya que cortó con Alex un poco antes de que este se fuese, por una supuesta infidelidad, yo nunca me enteré de eso, nadie me lo quiso explicar.
Al pasar los años, aprendí a vivir sin él, incluso conocí a alguien, a un amigo de Danny, pero no fue lo mismo. Un día vi en un periódico la fama que estaba consiguiendo Ryan, y lo feliz que era, sin mí. Debía estarlo, yo lo había dejado, no tenía derecho a sentirse mal, no hizo nada, le dejé por alguien que hizo lo mismo conmigo. Salió a la luz cuál era su pareja sentimental, y, para mi sorpresa, era Bryanna. No sabía que sentía exactamente por ella, odio, pena, envidia. Al final ella había ganado la batalla, con lo orgullosa que había estado yo al enterarme que la despedían. Qué crédula era…
Me centré simplemente en la carrera que deseaba hacer desde pequeña, Medicina, estuve estudiando durante seis años, sacando espléndidas notas, y me concedieron la beca con la que siempre había soñado, destinándome a Suecia.
Me dieron el dinero del viaje, y un poco más para buscar una residencia, ya que solo me concedían una durante una semana, y alimentos. En esa época tenía veinticuatro años, me habían dado trabajo fijo este año, y dependiendo de mi rendimiento, me ascenderían o no.
En la residencia tenía a una compañera, que era española, y no entendía su extraño acento al hablar mi idioma, o lo poco que sabía de él. Lo más gracioso era cuando ambas intentábamos aprender el sueco, que era algo mucho más complicado, cuando necesitábamos comprar íbamos juntas con un diccionario, o memorizábamos las frases antes de salir, para no hacer el ridículo, pero los demás eran muy comprensivos con nosotras, habían llegado muchos estudiantes de diferentes países, y querían ayudarnos. A veces incluso nos regalaban algo, como una taza, o alimentos precocinados. Me encantaban los pannkakor, que eran como crepes, y un licor muy dulce que se toma caliente, llamado punsch.
En anuncios encontré casas que buscaban compañeros de piso, y el alquiler salía muy económico, además de la compañía de alguien de este país que me ayudase a hablarlo adecuadamente.
Finalmente hice una llamada, y tras mucho trabajo, conseguí que un chico sueco me entendiese, y aceptara que viviese con él. Recogí el equipaje, y un taxi me llevó hacia la casa. Era muy grande, con amplios ventanales y las paredes hechas de madera. Llamé a la puerta, y una chica rubia la abrió. Tenía las mejillas rosadas, llenas de pecas, y su cabello liso lo llevaba hasta la cintura, tendría más o menos diez años, y luego llegó otra, que supuse que era su madre, muy parecida a ella, con unos preciosos ojos entre gris y azul, y el pelo recogido en un moño desenfadado.
-Välkommen. – Me dijo esta.
-Eh… Hola... – Le saludé yo confusa.
- Älskling, kom. – Gritó esta.
Un minuto después, apareció un chico, moreno, con pelo corto y una perilla, bastante más alto que la chica y tenía un cuerpo musculado. Llevaba una caja con papeles.
-¿Qué tal? –Volví a saludar.
Al chico se le cayó la caja, y me miró con curiosidad. Me sentí muy extrañada, era un momento embarazoso… A la chica tampoco pareció hacerle mucha gracia.
-Samantha, gå till ditt rum. –Ordenó el chico, e, inmediatamente, la pequeña subió las escaleras sin rechistar.
-¿Estoy en la casa correcta? –Pregunté colorada.
-Sí. –Contestó el chico.
Tenía una voz grave, insegura, pero perfectamente pronunciado.
-¿Hablas mi idioma? –Comenté alegre.
-Por supuesto, Leila.
Me quedé de piedra, ¿podría ser él? Estaba mucho más alto, más fuerte, no era su voz, era más grave, tenía una esposa y una… ¿hija? No, Sam no era su hija, era su hermana. Le había cambiado la cara, hacía ocho años que no le veía, le olvidé, y acababa de dar con él, de nuevo. No estaba segura, pero era el único que me llamaba así.
-¿Eric? Dios, no, no puede ser.
Me abrazó con fuerza, y noté el contacto con su cuerpo, sentí que me ardía el corazón, pero de pronto paró.
-Has cambiado muchísimo, apenas te había reconocido. –Me dijo.
-Tú también…
-Siento haberte abandonado, tenía que venir, mis padres me habían obligado, y no quería hacerte más dura mi despedida. Le dije a Danny que intentase que rehicieses tu vida, pero al parecer no lo conseguiste, ¿verdad?
-No… no te pude… -Miré a la chica, pero esta también subió la escalera, y nos dejó solos. – olvidar.
-Lo siento muchísimo. Espero que volvamos a ser amigos.
-Ojalá. ¿Estáis…? –Pregunté preocupada.
-No, solo somos novios.
Al principio apenas hablábamos, pero con el tiempo, nos dimos cuenta que ninguno de los dos quería seguir siendo amigos, varias veces tuvimos algún desliz, pero nunca estaba Lisbeth, su novia. Samantha decía que me prefería a mí como cuñada, pero Eric siempre le regañaba cuando decía eso. Finalmente, le dijo que teníamos una relación, y esta apenas se molestó.
Vivimos juntos casi tres años, con Sam, y visitábamos a veces a Alex. Me habían ascendido, conseguí mantener mi trabajo, me encantaba y se me daba muy bien.
El veinte de enero, Eric me pidió matrimonio. Realmente, no me lo esperaba, me veía muy joven, pero ya tenía veintisiete años. Acepté encantada, y celebraríamos la boda al mes siguiente. Me hice íntima amiga de mi antigua compañera de piso, Ángela, y esta me acompañó a comprarme el vestido. Quise invitar a mis antiguas amigas, pero todas tenían cosas que hacer, habían formado su vida, tenían trabajo que hacer, como era lógico. Deseaba que llegase el día, pensábamos ir de luna de miel a Inglaterra, y volver a ver a todos nuestros amigos de nuevo.
Ya era diecinueve, y preparamos todos los detalles, viajaríamos el veinticinco, ya habíamos avisado a los demás.
Por fin llegó el día, el gran día, me vestí, me arreglé, junto con mis amigas, y nos dirigimos hacía el ayuntamiento. Celebramos una preciosa boda sueca, y luego fuimos a la playa al banquete. Hacía mucho frío, y me puse una rebeca sobre el blanco vestido ajustado que llevaba, con cuello de barco, una larga cola, y de mangas largas. Nos divertimos muchísimo, era oficialmente mío, tenía trabajo, un marido encantador, y una larga vida por delante. No parábamos de reír, Alex y un amigo suyo hacían chistes y bromas, al abrir una botella de champán, el tapón de esta salió disparado hacia mi suegra, y se hundió en su espesa coleta, tirándola hacia atrás debido a la fuerza con la que iba.
Continuamos con una vida normal, hasta llegar el día de la luna de miel. Dejamos a Sam con Alex, y Eric y yo cogimos un avión. ’’
Ahora mismo, Eric está telefoneando a Danny, contándole las ganas que tiene de aterrizar, mientras yo estoy escribiendo esto. Acabo de parar de contar lo que ha sucedido en este tiempo, ya que estoy oyendo algunos gritos, en cuando sepa qué pasa, añadiré más detalles.


Esta fue la última anotación que se encontró en el diario de Leilany Hootch, ambos fallecieron en el accidente de avión, cuando estaban a punto de pisar tierra. Escrito por Peanuts, siempre os recordaremos, Leilany y Eric.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 41


Se quedó callado durante un momento, luego miró al Coordinador.
-Eh… me gustaría hablar a solas con ella. –Dijo.
-Bueno, está bien, cuando terminéis de hablar, me avisáis, y me contáis lo que pensáis, si lo habéis arreglado y eso. ¿Está bien? –Explicó.
Asentí. El señor salió por la puerta,  y nos dejó solos. No le miré, no quería saber nada que estuviese en relación con lo que paso.
-Leila, en serio. Sé que lo hice mal. Pero puedo explicártelo. De veras. – Me dijo.
Le miré con odio, pero al verle, me di cuenta que me miraba con pena, y me hizo sentir más fuerte. Superior a él.
-Empieza. –Contesté arrogante.
Suspiró, cerró los ojos, y evitó mi mirada.
-Leila, lo hice por ti. Es decir, no era verdad. –Se paró un segundo. –Parezco estúpido.
-Sí. –Afirmé incrédula.
-A ver, si Bryanna se enteraba de mis sentimientos, no sé que hubiese pasado. Si se hubiese enterado el director… es que temía que te pasase algo, no creía que estuvieses escuchando. No quería hacerte daño, justo lo contrario.  Si nadie lo supiese, nadie diría nada. Creía que ya lo sabrías. –Explicó nervioso y arrepentido.
-Creías que ya lo sabría… -Repetí. -¿Qué debería saber? Mira, no vengas con…
-Te quiero. –Me interrumpió.
Me paré de inmediato. ¿Sería verdad? Quizás lo hizo por mí, para que no tuviese problemas, es verdad que si lo hubiesen sabido, podría haber empeorado todo. Pero…
-Es verdad todo lo que te estoy diciendo, sino, no hubiese estado tanto tiempo contigo. Créeme. Lo de Bryanna ya sabes por qué fue. Leila, de verdad que te quiero. No sé cómo hacer que confíes en mí.
-Esto… No, no sé qué decir.
- Perdóname. Por favor.
-Es decir. Tú… ¿me, me querías? –Pregunté tímidamente.
-Sí, desde tu cumpleaños. Cuando te vi me llamabas la atención. Pero no te quería en ese entonces. –Explicó.
-Ha sido todo un malentendido…
-Sí. –Dijo.
No sabía qué hacer, me quería matar por una tontería. Me quería, me quería de verdad, se le notaba la sinceridad en la cara. La otra vez estaba de espalda y no pude ver su expresión, y supuse que era verdad. Y ahora que me decía la verdad, iba a desconfiar. No, siempre lo hacía todo mal. Ya se iba a acabar todo. He seguido viva para algo, lo iba a aprovechar.
-Tienes razón. ¿Podremos empezar de nuevo? Otra vez… -Comenté arrepentida.
Sin previo aviso se acercó a mí, y apretó sus labios contra los míos. No sabía a quién obedecer, si a mi corazón, o a mi mente. Mi corazón me decía que le quería, que debía estar con él, era un sentimiento muy fuerte, y más en ese momento, tanto, que consiguió vencer a mi mente, que me pedía volver a ser amigos.
Le puse las manos en los hombros, y él me rodeó la cintura. Me levantó del sillón, y continuó besándome.
-No quiero volver a perderte. No otra vez. –Susurró, y, acto seguido, me besó en la frente.
-Yo, me quería matar… solo porque me habías defendido. Soy estúpida.
-No lo eres, simplemente creías en mí. Creías que decía la verdad. Pero ya estás bien, no ha pasado nada grave, y has aprendido, ¿verdad? –Me preguntó acariciándome la mejilla.
-Sí, por supuesto. Eric… Lo siento de verdad… ¿y estuviste esperando a que estuviese bien? De verdad, no sé como…
-Déjalo estar, olvídalo. Piensa que todo ha salido bien, que sabes que te quiero, que nada nos puede separar… -Hizo una pequeña pausa. -¿Eso lo he dicho yo? ¡Qué cursi!
No pude evitar reírme, me hacía sentir bien, olvidar mis problemas, le quería, le quería mucho más de lo que creía el tope, ahora sabía que me quería también. Tenía razón, ya no podía pasar nada más.
-Vamos a hablar con el coordinador. –Dije.
Me cogió de la mano sana, y caminamos hasta que llegamos a la sala de profesores. Allí estaba él, con un montón de papeles, pero, justo antes de aparecer por la puerta, Eric me soltó. Estaba claro que aun quería que no se supiese nada, pero no me molestó, lo hacía por mí.
-¿Y bien? –Preguntó.
-Bueno, ya está todo arreglado. –Le contestó Eric.
-¿Sí?
-Sí, fue todo un malentendido, siento haberle molestado. De verdad. –Afirmé.
-Está bien. Pero ya sabes, cualquier problema, me lo dices, ¿vale?
-Sí. –Respondí.
Fuimos al aula que nos tocaba, que aun era la primera hora. No tuve oportunidad de hablar con las chicas, porque nada más me vieron aparecer por la puerta, me llevaron a la sala. Michaela tampoco me preguntó nada, no quería agobiarme, aunque de todo lo que me había librado ella, me tocaría con las demás.
-Eric… -Dije.
Al instante se dio la vuelta y me miró.
-No me importa que sepan lo nuestro… es decir… -Continué.
-¿Quieres que tengamos algo? –Preguntó sinceramente.
-Yo…
-A mí me gustaría, pero como tú digas.
En forma de respuesta, le di otro beso, esta vez de corta duración, y me di la vuelta para continuar, cuando me di cuenta que la puerta estaba entreabierta, y nos observaba toda la clase.
-Mier… -Maldijo Eric.
Sin decir nada más, ambos entramos en clase, y nos sentamos en nuestro sitio, que casualmente, estaban juntos. No quise mirarle, porque ya habíamos metido suficiente la pata, como para tener que dar más pruebas de nuestra relación. ¿Relación? ¿Eso se podía llamar relación? A mí me gustaría que lo fuera, y a él también. Pero… ¿y a los demás?
¿A mí que me importaban los demás? No podían intervenir en mi vida personal, no estábamos incumpliendo la ley ni nada por el estilo, sin embargo me sentía culpable. Podía ser por piedad hacia Bryanna, o por lo que expliqué a mis padres, que no quería contradecirles todo lo que expliqué, pero no tenía más elecciones. Él no era culpable, fui yo sola, fui tonta y despreocupada, pero no quería pensar en eso, no ahora que todo iba sobre ruedas, no ahora que había conseguido lo que llevaba tanto tiempo buscando. Había conseguido a Eric, por fin, era mío.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Capítulo 40

-¿Qué? –Preguntó Eric.
-Que si te gusta, ya sabes. Como has cortado con Bryanna y siempre estás con ella y eso… Pues suponía que…
-¡Qué dices! Vamos a ver, no me gusta. Estoy con ella porque es muy amiga de Danny, y me da pena dejarla sola, porque incluso él no le hace ni caso. Ni siquiera me cae bien, siempre hablando de ella sus cosas. Pero intento ser amable con todos. Además, está de buen ver, no es difícil aguantarla. Pero no le digas nada, no quiero que se deprima, y que ahora la tenga que aguantar Danny. –Contestó este.
Su compañero rió, pero no pude verle la cara. No pude ver nada más, solo estaba todo borroso. Las lágrimas inundaban mis ojos y me impedían ver lo que pasaba. Nunca había sentido nada igual. Nunca me habían hecho tanto daño como en ese momento. Angustiada, salí corriendo lejos, a un lugar donde no me viesen, donde no me pidiesen explicaciones, donde poder llorar y llorar hasta olvidarme de él. Entré en el edificio y comencé a oír pasos, a estas alturas, me daba igual todo. Solo corría. Llegué al baño de las chicas, y entré. Me puse frente un lavabo y me miré en el espejo.
Cerré los ojos con fuerza, entonces oí que se paraban las pisadas, justo en la puerta, como esta estaba cerrada, no podía ver quién era, pero tampoco me importaba. Los abrí, y miré mi reflejo. Las lágrimas que recorrían mis mejillas dejaban un rastro húmedo y brillante, lleno de dolor, y de odio. Le odiaba, había confiado en él, y me mintió. Me había mentido desde que me conoció. De verdad creí que tenía alguna esperanza, y dijo con total seriedad que no le caía bien. Estúpido. ¿Y se quedaba tan cómodo diciendo eso? No sabía que tenía sentimientos, ¿acaso no se notaba? Me daba igual, me daba igual todo. ¿Por qué estuve tan ciega? ¿Por qué dejé a Ryan por Eric? Él me quería, me cuidaba. Hasta ahora Eric solo me ha metido en líos. Estaba llorando, se me amontonaban las lágrimas. Respiré hondo y logré calmarme un poco, en vano.
-Leila, estás ahí, ¿verdad? –Me dijo una voz, la voz de Eric.
No contesté, procuré no hacer ruido. Miré al lavabo y estaba mojado, no de agua, sino de mi propio llanto. Un terrible pesar caía sobre mí. No había solución. Ya no.
-Leila, sé que estás ahí, has dejado de hacer ruido justo cuando he preguntado si estabas. Por favor, sal.
-Sí, claro. ¿Para humillarme más? No me hables, no te dirijas a mí. Búscate a otra de buen ver y vete con ella. Olvídame. –Grité.
No dijo nada más, pero me sentía aun peor. Creí que desahogándome me libraría de mis pensamientos, pero fue al contrario. Aumentaron más. Dolida, me apoyé contra la pared. Sin querer, empujé un espejo, se desestabilizó, y cayó al suelo formando un gran estruendo. Se rompió en muchos pedacitos. Instintivamente cogí uno. Lo puse sobre mi muñeca, suspiré. Comencé a apretar y lo noté entrar en mi piel. Estaba frío, ni siquiera me hacía daño. No quería seguir viviendo, nadie lamentaría mi muerte. Nadie me quería, mis amigas no me invitaban a salir, mis padres me dejaban irme con desconocidos y hacer fiestas en mi casa, Eric me odiaba. No, no iba a aguantar más este sufrimiento, no iba a seguir luchando, ya no.
-Leila, ¿qué haces? Por favor, sal. He hecho mal, pero quiero solucionarlo. –Dijo alterado.
Me frené al instante, no sabía si sería tarde o no, el caso es que iba perdiendo fuerzas, y me dejé caer contra el suelo. El cristal, cayó nuevamente, y se hizo añicos.
Oí el crujir de la pesada puerta, y un grito llamando mi nombre. En ningún momento cerré los ojos, pero no lograba ver con claridad. Vi a Eric quitarse de nuevo la camiseta, y presionarla contra mi muñeca mientras me decía algo. Pero no le entendía. Me cogió en brazos y fue a la enfermería. No tenía fuerzas para moverme, notaba mi propia mano húmeda, y eso me asustaba aún más. Seguí pensando en lo ocurrido, hasta que no aguanté más, y me dormí.
Había gente, estaban hablando. Abrí los ojos otra vez, pero una luz cegadora me impidió vislumbrar nada. Conseguí diferenciar las voces, estaba Eric, un señor cuya voz me era muy conocida, y una mujer, que supuse que era la enfermera. ¿Qué había pasado exactamente? Ah, ya. Eric no me quería, es más, me odiaba, me mintió y no quería seguir con mi vida. ¿Había sobrevivido? O… ¿qué era esa luz tan grande sino? ¿Se habría matado Eric conmigo por amor? En ese momento supe que algo no iba bien, porque estaba comenzando a desvariar. Intenté incorporarme, pero un gran mareo me lo impidió.
-¿Adónde vas? –Me dijo felizmente la mujer. –Necesitas descanso, has perdido mucha sangre, pero ya estás bien.
-No, yo… yo no quiero estar aquí. Por favor, sácame de aquí.- susurré con un hilo de voz. Estaba nerviosa, impaciente.
-No puede, dentro de unas horas la traspasaremos a un hospital en condiciones. Pero no está grave.
-Si no estoy grave, ¿qué hago aquí? –Pregunté con desdén.
Volví a incorporarme, pero esta vez unas manos me lo impidieron. Era Eric, que me sujetaba los hombros y me miraba con tristeza.
-Tus padres no podían venir. Estaban en un entierro. Y da gracias a que no era el tuyo. –Dijo cortante.
Me dolió aun más, pero no lloré. Acababa de sobrevivir a la muerte, no iba a llorar porque el chico al que quería me hablase mal. Tal y como dijeron, me enviaron en una ambulancia a un hospital cercano, allí me iban a dejar sin poder moverme hasta mañana. A mi lado, mi único acompañante era una barra de metal que tenía una bolsita roja. Esta tenía un cable que se conectaba directamente a mi brazo, me inyectaban sangre de algún donante anónimo que probablemente había conseguido que viviese más horas. No debía haberlo hecho, no debí.
A la noche entraron mis padres, vi a mi madre llorando y a mi padre con los ojos rojos. Me besaron en la frente y se sentaron. Hablaron conmigo, y les conté con sinceridad lo ocurrido. Fuera oía más voces, supuse que eran las chicas. Más tarde conseguí conciliar el sueño mientras ellos me consolaban…
Me despertaron y me dieron el alta. Me encontraba a la perfección, fuerte, y con ganas de hablar con Eric. Ese día no fui al instituto, me quedé en mi casa. Me habían hecho 2 puntos en la muñeca, y ahora tenía una venda que me quitarían el viernes. Mientras tanto no podía hacer esfuerzo o los puntos saltarían. Por suerte, no había cortado una vena grande, solamente capilares, y músculos. Mis padres parecían tristes, y me reprendieron. Creí que no me querían, pero solo lo dije por mi propio egoísmo, me di por vencida muy pronto. ¿Eric quería arreglar las cosas? Se las vería conmigo.
Entré el miércoles al instituto, y a primera hora Eric y yo fuimos a ver al Coordinador para que nos ayudase con los problemas. No necesitaba a nadie que me dijese qué tenía que hacer o decir, pero eran las normas.
-Veamos… ¿Por qué tuviste esa reacción tan repentina de cortarte las venas? –Preguntó el Coordinador.
-¿Tengo que contarlo todo? –Dije. Él asintió.- Esta bien, Eric –hice hincapié en su nombre- es el chico que me gustaba desde hacía un tiempo, y dijo que me odiaba, que no me aguantaba…
-Pero… -Se defendió este.
-Todo había sido una mentira, me había tratado bien por pena, cuando me demostraba que ahí había una amistad. Yo… me creía que éramos amigos. –Le interrumpí conteniendo las lágrimas. –Estaba fatal, no quería seguir sufriendo tanto, así que decidí matarme. –Concluí bruscamente.
Ambos se quedaron quietos, un poco impactados por la explicación que hice.
-¿Tienes algo que decir, muchacho? –Preguntó a Eric.
-Sí, bueno…

viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo 39


Estuve todo el fin de semana preocupada, más que por mí, por él. ¿Y si la tomaba con él? ¿Y si le hacía algo? No lo iba a permitir, él me defendió a mí, yo le defendería a él, era justo.
Pero no sabía con certeza qué pasaría hasta que pasó. Era lunes, en el recreo, vi que Eric, se sujetó la cintura un momento, y luego se apartó con preocupación, quise evitar que hiciese nada, Bryanna no me daba miedo, me daba miedo el director. Bueno, sí que me daba un poco de miedo ella, pero una cosa llevaba a la otra.
Todos le miraron mientras se acercaba a ella, que estaba haciendo guardia con un café en la mano. Puse en práctica mi mejor don, aunque no sabía si funcionaría con él, o querría entender algo más.
-Bryanna, quiero dejarte algunas cosas… claras.
-Claro, dime cariño. –Contestó feliz.
-No me parece bien lo que haces, no me parece bien como tratas a Leila, es mi mejor amiga, y lo tienes que comprender.
-Esa no quiere tu amistad, y lo sabes. No te intentes cegar, se nota que tú también la quieres, lo sé desde que entré en mi casa. Por cómo se fue, por cómo la miraste. Por todo. –Explicó.
-¡No le quiero! No entiendes que es mi amiga, no puedo quererla, eso no funciona así. Me he dado cuenta que no quería a nadie, nunca he sentido algo tan fuerte como el amor. Nunca. –Dijo con sinceridad, cosa que me dejó helada.
Pero no pude entristecerme mucho tiempo, inmediatamente Bryanna le tiró el vaso de café encima y anduvo hacia mí.
-¡Se lo has contado todo! –Gritó. -¿Verdad, estúpida?
No sabía bien cómo reaccionar, pero me dejé llevar por la ira.
-No me hables así, ni te acerques tanto. –Dije apartándola de los hombros.
-¡No me empujes! –Volvió a gritar, mientras me empujaba a mí.
Danny cogió a Bryanna y la apartó de mí.
-Ya está, ya habéis cometido bastantes estupideces. ¿No os parece? –Dijo enfadado.
Eric también vino, pero no me dijo nada.
-¡Cómo digáis algo de eso, os enterareis! –Alardeó mientras se alejaba con Danny.
Me senté en el suelo.
-¿Se puede saber qué ha pasado? –Preguntó Michaela.
Eric aun seguía con la camiseta manchada del café, y su rostro trasmitía una sensación de odio. No me atreví a preguntarle nada, aunque hubiese querido.
-¿Me das tu camisa? –Le preguntó este a Danny.
-Claro.
Danny llevaba una camiseta normal, pero sobre está tenía una camisa de cuadros abierta. Se la quitó y se la cedió a Eric. Pero este lo la cogió directamente, se quitó la suya primero.
Intenté disimular, pero me fue casi imposible. La última vez que le vi se acababa de duchar, y seguía enfadada con él. No me pareció tan… musculado Tenía algunos lunares, y me pareció incluso más atractivo. Se puso la camisa de Danny, y se abrochó los botones.
-Gracias. –Musitó.
Hubo un pequeño silencio, y luego comenzó a explicar.
-Bryanna tiene envidia, y por eso está liando todo esto. No hay nada más. Espero que la echen sinceramente. –Dijo Eric mirando a Danny.
Este  no la defendió. Normal, no tenía motivos para hacerlo, pero tampoco dijo nada en su contra, permaneció neutral, callado. Nadie decía nada, bastante grave era todo como para empeorar la situación. Al cabo de un rato sonó el timbre. Eric guardó la camiseta manchada en la mochila.
Minutos después nos hallamos Danny, Eric y yo en el despacho de profesores. Allí estaba nuestra tutora, el director y Bryanna.
Eric y el director apenas se dirigían la mirada, al igual que Bryanna y yo.
-Antes de nada, quiero dejar claro que los asuntos personales deben estar al margen del trabajo profesional. –Dijo el director.
-¿Y eso lo dices tú? –Preguntó molesta Bryanna.
-Creo que no se debería continuar por ese tema. Vosotros…
-¡No! ¿No se lo has explicado a nadie? Pues creo que tienes mucho que contar. Ya no te escapas. Si caigo yo, caerás conmigo.
-¡Bryanna! Estas despedida. –Gritó.
Nos quedamos callados, y les mirábamos en silencio.
-Ya hablaremos de todo después. –Susurró esta.
-Sí, a mí también me gustaría escuchar la explicación. –Dijo Vanessa.
Nos asombró que ella entrase dentro de la conversación, pero seguidamente hablo de nuevo el director.
-Mirad, tengo cosas más importantes que hacer. Id a Secretaría y decidle que hay una reunión dentro de diez minutos. Ella os dirá que hacer. Respecto a las clases… diles que todos tenéis que ir al patio.
-No nos creerá. – Dije.
-Cierto. Bueno, decídselo, ya me llamarán.
Nos levantamos y fuimos hacia allí.
-Perdone. –comenzó Eric. –El director dice que va a haber una reunión dentro de unos 10 minutos. Que los alumnos vayan al patio.
-¿Qué? ¿Y cómo aviso a todos tan rápido? Bueno, ya me las apañaré. Gracias. –Dijo el señor que estaba dentro del aula.
Volvimos a la clase. Esperamos unos minutos, una profesora entró para avisar al nuestro, y este salió de la clase. Nos dirigimos hacia los campos.
Eric se acercó a mí, aprovechando que todos los demás hablaban.
-Lo siento. De verdad. Todo esto es por mi culpa. –Se disculpó.
-¿Qué culpa? Eric, no tienes la culpa de nada.
-Claro que sí, no debí continuar con algo que no debió comenzar. Y ella se cabreó contigo… Bueno, ya está, se acabó. No te preocupes más por nada, ¿vale?
-No me pidas más disculpas. Tienes razón, no debiste hacerlo, pero ya no podemos volver al pasado. No te sientas mal. No me preocupo más, solo fue ese día, pero me ayudaste. –Dije poniéndole una mano en el hombro.
Él me sonrió, luego se despidió de mí y se fue con compañeros de clase. Me quede ahí parada, pensando en lo que me había dicho, no le había prestado mucha atención. ¿Estaba preocupado por mí? ¿Se sentía culpable solo porque su ex me regañaba? Quizás era que se sentía mal solo porque no debió continuar con esa relación, pero era más feliz así. De hecho, estaba muy contenta, todo se había arreglado, habíamos salido ilesos y no iba a pasar nada más. Por fin.
Estuve un rato pensando, cuando de repente oí una conversación que me llamó la atención.
-Oye, Eric, ¿te puedo hacer una pregunta? Pero debes contestar con sinceridad. –Dijo un amigo.
-Claro.
-A ti… ¿a ti te gusta Leilany? –Preguntó finalmente.



lunes, 5 de septiembre de 2011

Capítulo 38


Cuando llegué a casa me entró el pánico, podía hacer que me bajasen la nota de todo el curso, ella podía interferir en todo, todo mi esfuerzo, todo mi trabajo, ella me lo podía arruinar, y lo iba a hacer, desde luego.
Era temprano aun, pero no me podía aguantar más, se lo tenía que contar a alguien, quería llorar, pero debía ser más fuerte. Era el director, estaba convencida que no podía bajarme la nota, porque los profesores no la dejarían. ¿O sí?
Llamé sin pensarlo a Michaela, pero no estaba en casa, era cierto, se fue con Courtney. Llamé a Eric. No quería tener que decirle todo eso, pero necesitaba desahogarme, le necesitaba.
-¿Quién es?
-Eric, soy Leila, necesito verte. –Dije nerviosa.
-¿Ha pasado algo?
-Sí, bueno, más o menos.
-Ahora mismo voy a tu casa. –Me contestó, y seguidamente colgó.
¿A mi casa? ¿Y mis padres qué? Ellos estaban allí, ¿le iban a ver? ¿Podría hablar cómodamente? Los problemas iban en aumento, solo faltaba que le pasase algo a Eric, entonces ahí acabaría mi vida.
Por suerte me llamó al móvil, y me dijo que ya estaba en la puerta del recinto. Fui rápido hacia allí. Estaba apoyado contra la verja, y se dio la vuelta para mirarme. Sin preocuparme por nada ni por nadie, le abracé, y este me lo devolvió.
Entramos a la casa, pero para mi sorpresa, mis padres fueron los primeros en saludar.
-¡Hola Eric! –Dijo mi madre.
-Buenas. –Contestó este.
-¿Qué tal? –Le preguntó mi padre.
-Bien, bien.
Fuimos a mi cuarto, estaba extrañada.
-¿Ya los conocías?
-Sí, les convencí para que fuesen de viaje el día de tu cumpleaños. –Me explicó.
-¿De veras? Eres increíble, lo tenías todo pensado. Y creía que estabas borrando… -Dije arrepentida.
-Deja de hablar de mí, ¿qué te pasa?
Desperté de inmediato de un precioso sueño, estaba en las nubes, con él, y de pronto me hizo recordar.
-Yo… es que no debería.
-No pasa nada, puedes confiar en mí. –Me tranquilizó.
Cerré con fuerza los ojos, para evitar llorar, y lo conseguí, más bien di un aspecto de reflexión, y él me estrechó contra su pecho.
-A ver. –Dije separándome de él. –Bryanna no va a hacer caso a los profesores.
-Claro que sí, ya lo verás.
-Eric, se ha cabreado conmigo, y dice que hará lo imposible porque mi vida empeore, me ha pegado en la cara. –Me sonrojé.
-¡Que ha hecho qué! –Gritó.
-Eric, por favor. –Cerré de nuevo los ojos. –Dice que tiene enchufe con el director, y sí, se refiere a hizo lo que pudo para entrar en este instituto.
Vi una extraña expresión en el, se levantó de la cama nervioso, se puso las manos en la cabeza como lamentándose.
-Se acabó. No la aguanto más, estaba pensando desde hace tiempo cortar con ella, pero no sabía cómo decírselo. Ya estoy cansado de ella, y no consiento que te trate así. Realmente… -Dijo.
-Supongo que tú también puedes confiar conmigo.
-Está bien. –Se sentó en la cama. – Realmente, me gustaba, antes de irse, me gustaba mucho, pero no me hacía caso, era pequeño para ella y pasaba de mí. Un día antes de irse me dijo que me quería, y que no me lo había dicho nunca. Yo le creí, tenía 14 años, y ella tenía 16 y se iba a ir de viaje para estudiar. Ha estado estos tres años fuera, y ha vuelto ahora, y se creía que yo seguía sintiendo algo por ella, pero estaba equivocada. Me daba pena, porque acababa de venir, y no estaba adaptada aun, así que no le dije nada. Creía que me volvía a gustar, pero no. Lo único que está haciendo es destrozarme la vida. No tengo libertad de hacer lo que quiero. –Puso los codos sobre las rodillas y agachó la cabeza.
Le pasé un brazo por su espalda, y me miró con una sonrisa dulce. Se incorporó y se acercó a mí.
-Lo siento, he venido a ayudarte, y te cuento mi vida. –Dijo.
-Eric, eres mi mejor amigo, no me importa escucharte.
-Lo sé. –Levantó la vista. - Haré lo que pueda con ella, no voy a ser su segundo plato. No sé exactamente cómo reaccionará, ni como se lo podré decir para que no te influya, pero te intentaré sacar de esta.
-Gracias.
-No hay de qué, además, ya que estoy aquí, me podrías explicar algunas cosillas de física, ¿no?
-Claro que sí. Así repaso yo también. –Le contesté animada.
Así se me pasó la tarde, haciendo deberes con él. Pese a los entretenimientos que tuvimos, acabamos pronto, y el único examen cercano que teníamos era el de física. Por ahora, claro, porque nos iban a poner todos los exámenes de golpe, lo estaba viendo...
-Leila, ya es tarde, me tengo que ir yendo. –Me dijo.
-Sí, tienes razón. Te acompaño hasta fuera.
Como le dije, le seguí hasta que salimos del recinto. Una vez allí, me preocupé por él, por cómo reaccionaría Bryanna, qué haría. Él notó mis dudas, mientras yo miraba al suelo, él me cogió la cara con las manos y me besó en la frente.
-No va a pasar nada, Leila, créeme.
Le tenía que decir lo que sentía, no aguantaba más, así sabríamos todo, me daba igual que no me correspondiese, pero lo tenía que saber, así entendería por qué me molestaba, por qué me preocupaba. Así lo entendería todo. Comenzó a andar, pero segundos después le llamé.
-¡Eric! –Dije. – Yo…
-Dime. –Me respondió sonriente y con una increíble naturalidad. Claro, el no sabía aun que le iba a confesar mis sentimientos.
-Eh… Cuídate.
No me atreví, era cobarde, estaba decidida y nada. No lo iba a intentar más, si no lo había podido decir, era por algo, y no iba a forzar al destino. Un momento… estaba justificando mi falta de valentía con el destino… Necesitaba relajarme, en cuanto llegase a casa, me pondría una mascarilla de huevo y pepino, y no pensaría en nada más.
-Claro. Hasta mañana. –Se despidió.
-Adiós.
Me quedé mirando cómo se iba, como se alejaba desconociendo la verdad que nos unía, al menos, que me unía a mí con él.
Volví a mi casa, me hice la mascarilla, me la puse y me tumbé en el sofá a escuchar música. Por si acaso no había hablado del destino, sonó una de las canciones de Eric. Me emocioné bastante. Mañana él le contaría todo a Bryanna, esperaba que todo saliese bien…