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Peanuts, mi blog, un sitio donde publicaré cada capitulo de mi novela. Soy principiante en esto, pero espero que os guste, tengo mucho que contar...

martes, 10 de mayo de 2011

Capítulo 1


Miré el reloj, aún eran las once de la noche. Mañana era mi primer día de clase y no me quedaban uñas por morderme. Once y veintitrés, creía que se había parado el reloj. Pero no, el tiempo caía como gotas en mi cabeza, cada segundo lo notaba, despacio. Era un aburrimiento, pero no podía dormir. Lo mejor era descansar bien porque iba a necesitar fuerzas para mañana.
Volví a mirar el reloj, las once y media. Era mejor no mirarlo más, así que me puse a pensar en mis nuevos compañeros.
Había caído en la clase de tres amigas. Dos eran de toda la vida, Irina y Michaela, pero con otra caí un año en clase, Rachel.
También esperaba enamorarme este curso. Quizás habría un chico guapo, alto, de ojos verdes, pelo rubio, amable, alegre… Y quizás podría gustarle yo. Sí, ¿por qué no? Ah, bueno, ya sabía el porqué. Porque no he tenido nunca una pareja. ¿Será porque no soy muy guapa? ¿Por mi carácter?
Estaba tan cansada de castigarme por mi falta de experiencia amorosa que caí rendida.
Soñé. Soñé que iba a la escuela. Todo era perfecto. Todas las chicas se juntaban conmigo. Todas querían ser mis amigas. Todos los chicos eran guapos, pero sobre todo destacaba uno. Era moreno y con unos preciosos ojos verdes. Era tan guapo que me di cuenta que tenía que ser un sueño. Pero él se juntaba conmigo. Me preguntó mi nombre. Sentí tanta vergüenza que no podía ni contestar. Pero tímidamente se lo dije. Luego me dijo el suyo, Lucas. Deslizó su mano por la mía y me susurró que debía irse.
Quizás era la experiencia más bonita que había tenido en mucho tiempo. Aunque no fuese real, estaba emocionada. Nunca había estado tan cerca de un chico como en ese momento.
Sí hubiese continuado le conocería mucho mejor, hubiese sido súper romántico. Pero no fue así. Escuché algo, como unas pisadas, entrecerré los ojos y vi una figura bajita frente a mí.
- Leilany, venga, que llegas tarde.
- ¡Mamá! ¡Te dije que me despertases antes! –dije mientras saltaba de la cama.
- Tranquila hija, era una broma para que te despertases del tirón. – respondió entre risas.
- Como me vuelvas a hacer eso…
- Anda venga, ya tienes el desayuno en la mesa, adolescente malhumorada.
- Claro, es normal, todas las chicas que tengan quince años tendrán problemas hormonales. ¿O tú fuiste la más buena de todas? – dije mientras iba hacia mi café.
- Leilany, esa no es forma de contestar a tu madre. Además, si le hablabas mal a tu madre, ya sabes que te metían un guantazo que veías las estrellas. – me reprendió mientras se frotaba la cara.
-Sí… seguro.
Me levanté y fui al baño. Era un milagro, no tenía ojeras. Era mi día de suerte. Si Lucas aparecía, al menos no me vería cara de trol. Cogí el peine y me intenté desenredar los rizos que tenía. Puf, como no tengo cantidad de pelos, encima se lían. Me hice media coleta, dejando fuera el flequillo, y puse las planchas a calentar, luego me cepillé los dientes con cuidado.
Mientras salí y me planté frente al armario.
- ¿Se puede saber que haces? Llevas un cuarto de hora ahí delante y no has cogido ni una camiseta. –Me dijo mi madre.
-Ya, es que no se qué ponerme…
-Haber, aparta. – Me dio un empujón y empezó a mover las perchas y la ropa a tanta velocidad que me plantee si de verdad era mi madre.
Al fin me cogió unos vaqueros grises, una camiseta color salmón y otra negra de tirantas para ponérmela debajo. También cogió un cinturón y unas manoletinas negras.
- Vaya, ¿qué haría yo sin ti?
-Probablemente nada…- Me dijo mientras salía.-Por cierto, las planchas ya están calentitas, no veas como huelen.
Cerré la puerta, y me vestí mientras recordaba mi sueño. Ojalá se hiciese realidad. Antes de ponerme las manoletinas me puse una tirita en cada pie.
Fui corriendo al baño y me eché protector en el flequillo, luego me hice las planchas solo en esta parte.
Cogí el lápiz de ojos y mi pinté la raya del párpado inferior. Cogí el tarro de mi colonia favorita y me la eché.
Revisé la mochila, aunque no tenía libros, me aseguré de tener dos libretas, el estuche, una agenda, peine, el bocadillo y no mucho más.
Me senté en el sofá mientras venía Michaela a recogerme. Me iba con ella por varias razones:
Era mi mejor amiga.
Iba en coche.
Soy muy vaga.
Por fin, a la tercera vez de asomarme por la ventana, allí estaba su coche, bueno, el de su madre. Cogí la mochila y le di un beso a mi madre de despedida.
Bajé las escaleras. Esto de tener un piso era un incordio, por suerte, no vivía muy alto.
Mientras bajaba, vi a un señor que iba a coger la moto. Era joven. Tengo vecinos de hace tiempo y ahora me fijo en él.
Salí del vecindario. Fui caminando rápido hacia el coche.
-Hola. – dije nada más cerrar la puerta.
Nadie me contestó. Cuando llegamos a la parada las dos nos bajamos, y la madre de Michaela siguió hacia su trabajo.
-He tenido un percance con Chanel.-Me dijo cabreada.
-¿Qué ha pasado?
- Bueno, resulta que al lado de mi escritorio hay un mueble, ¿no?
-Sí. – Contesté, recordando su casa.
- Sabes que no hay mucha luz en esa parte. Pues al coger la mochila, me topé con un regalito. – Se quejó como si estuviese viviendo otra vez la escena.
No pude contener la risa:
-No me lo puedo creer. La tía echa los regalitos en zonas estratégicas para que no sepáis que están.
- Claro, a ti te parecerá muy gracioso, pero mientras mi madre me limpiaba los zapatos, yo tenía que limpiar ‘’eso’’. Y no creas que por ser de un cachorro de tres meses va a ser muy chiquito. ¡Qué va! Oh, Dios, esta conversación resulta repugnante.- Me explicó.
Ay mi Chanel, más bonita, es la alegría de la casa, pero claro, es una alegría que tiene sus necesidades.
Íbamos andando a la puerta del instituto. Ahí empezaría todo. Era el principio del fin.

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